Por Daniela Castillo, gerenta de Asuntos Públicos de ATC Chile.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) incorporó en 2005 el concepto de telemedicina como un factor de importancia “con el objetivo de prevenir y curar enfermedades y lesiones, y ofrecer educación continua”. Desde entonces, los avances en su desarrollo han sido progresivos y notables. Así, el 27 de febrero de 2019, en Barcelona, ocurrió la primera operación quirúrgica teleasistida a través de la red 5G, un hito para la medicina mundial, en el que destacan conceptos como “cirujano remoto” y democratización de la atención al paciente.
Nuestro país ha implementado una política nacional de telemedicina como Estado y, a su vez, está llevando a cabo el despliegue del 5G en nuestro territorio. Ambos factores asoman como retos y oportunidades para implementar la telemedicina en un país que, por su geografía y centralización, requiere llegar con respuestas sanitarias a regiones más extremas.
En el mismo sentido, diversos actores están trabajando en abordar este desafío y ya hay una “Propuesta Colaborativa para Impulsar la Telemedicina en Chile”. Además, contamos con una Estrategia Nacional de Salud y los Objetivos Sanitarios de la Década 2021-2030, la cual incorpora la salud digital.
Para que la telemedicina sea exitosa, alcance su potencial y logre mayor cobertura, necesita del 5G. Esto implica ampliar la densidad de la red, multiplicar el número de infraestructura segura y de calidad, contar con comunidades informadas y lograr máxima eficacia en los procesos aprobatorios de la autoridad. En este último punto, es indispensable que se cuente con el marco regulatorio que promueva el despliegue de infraestructura de telecomunicaciones que es esencial para brindar conectividad.
De hecho, se estima que para 2030 se van a necesitar tres veces más sitios de antenas que los actuales, y entre cuatro y cinco veces más radiobases. En este sentido, en zonas urbanas, el uso de celdas pequeñas con esta última tecnología será clave para alcanzar la densificación necesaria de infraestructura de conexión.
Esta red de quinta generación es un aliado para el desarrollo del país y su digitalización, pero su despliegue necesita un marco regulatorio adecuado y una política de Estado prioritaria, en la cual los diferentes actores estamos llamados a colaborar. El impacto del 5G va mucho más allá de conectarse rápidamente a internet. Significa mejorar la calidad de vida de millones de personas, un reto del cual nadie puede restarse, y que al asumirlo eficaz y eficientemente le pueden permitir a Chile liderar y convertirse en un caso de éxito en la región.
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