“Espíritu animal” es en definitiva un bestiario poético donde criaturas mitológicas y futuristas componen la fauna polifónica que el imaginario de Juan Manuel Rivas nos provoca a incursionar.
Su verso oscurece el bosque y da a la niebla y sus habitantes subterráneos un lugar primal. ¿Quién aúlla? ¿Es allá afuera en lo agreste o es aquí adentro donde el zarpazo de lo nocturno se hace vigente?
“¿Quién cazó a quién?/Nunca pensamos/en el desangramiento de las quimeras/ni en las garras del ocelote marcando/a fuego nuestros cuerpos desesperados”.
Entre escenas plagadas de plumas, cuernos, aletas, pezuñas y graznidos circula una devoración cada vez más próxima, más encarnada, mostrando así el fatídico resultado de la carne final: la humanidad.
“¿Las bestias hallarán sus otros/humanos en los espejos?”.
Lo instintivo, lo crudo, lo salvaje es la atmósfera que cubre a este libro donde la licantropía devela su sacra transfiguración y los cuervos alertan que el idioma de los animales es el único refugio cuando la estampida ante la cruel depredación mundial sea inminente.
“A partir de ese ilusorio éxodo/cada noche muto hacia nuevos lenguajes”.
Y es precisamente en esa anidación lírica donde la muerte libera su erotismo para volver a ornamentar la regeneración de las especies.
“Es sabido que el animal todo lo fecunda/sobrevivir es el fin último/antes de la implosión”.
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